Todo el proceso de creación de la Martinezidad lo empezó un oficial de la caballería Romana, un tal Martin, nombre este muy común entre la soldadesca de entonces, al parecer, porque aludía al Dios Marte, el patrón de la "Guerra Organizada". Como hijo de un oficial del ejército romano, le tocó a Martin iniciarse en esa carrera desde muy joven. De alguna forma entró en contacto con cultores del cristianismo, doctrina ésta que parece haberle impresionado muy profundamente, hasta el punto de renunciar a su carrera en el ejército para convertirse en eremita.
Su fama de santidad se extendió rápidamente, hasta tal punto que fue propuesto por el pueblo para que desempeñase el oficio de Obispo de Tours, cosa que Martin no quería. La insistencia fue tal que no le quedó a Martin mas remedio que aceptar. Un vitral de la Catedral de Tours le retrata cuando estaba siendo ungido Obispo; La mueca de disgusto en su cara es evidente. Sin embargo, debió hacer muy bien su labor de pastor y maestro, porque fue el primer Santo Católico no mártir.
La vida de San Martin transcurrió en una época ebuliente en la historia de la "Cristianidad Occidental", o, deberíamos tal vez decir "Cristianidad Romana"?, mal llamada Catolicismo?. Murió en el año 379, cuando los Visigodos dominaban Italia, lugar que abandonaron hacia el 412 para instalarse en el Sur de Francia y la Peninsula de Iberia. Con ellos trajeron a Martin como nombre de moda, porque los Godos eran Militares en su mayoría, y San Martin era su Santo Patrón.
Un dato que dice mucho en favor del santo es su actitud en el tratamiento de los llamados herejes, particularmente en el caso de Prisciliano y sus seguidores. Martin fue un combatiente tenaz de las herejías pero siempre mantuvo su lucha en el terreno de las ideas; a lo más que llegó fue a destruir los lugares de culto para sustituirlos por parroquias cristianas. Fue defensor de la vida de Prisciliano, a quien finalmente asesinaron los promotores de la "Redención por el fuego", que hicieron de Prisciliano el primer "hereje" ejecutado por la Jerarquía Católica, hecho este que inició la larguísima cadena de asesinatos rituales que caracterizó desde entonces a la SICAR(ia).